Cuando la política divide a la isla, la música sigue teniendo el poder de unirla. El álbum "Música de la Isla" es un viaje sonoro por los países República Dominicana y Haití, que comparten la isla de La Española como vecinos.
Es Semana Santa y tiempo de Gagá. El sol estalla, los machetes centellean en el aire, los pañuelos de colores se abren en abanico desde las caderas de "Majo Jon" mientras gira y salta, atrapando la hoja al caer. Su silbato plateado llama a los tamborileros, más allá de ellos a los espectadores que bailan y a los largos cuernos de metal que le responden. Por debajo de todo, los fututos tejen melodías con sus sonidos profundos y oscuros, cada nota creada a partir del aliento de los pulmones de otra persona. Están hechos de tubos de PVC, no de bambú como antes, pero a pesar del material mundano, siguen teniendo algo místico. Esto es Gagá.
"Música de la Isla" es un viaje por todos los sonidos que unen a los dos países, desde la gagá (rara en Haití) hasta las trompetas de caracola precolombinas. Las grabaciones nos permiten explorar los sonidos del carnaval, las danzas de tambores y las plegarias cantadas.
Música de la Isla / Whole Island Music
por Edis Sánchez y Sydney Hutchinson
No hay muchos países en la tierra que compartan una sola isla entre ellos. Este es el caso de la República Dominicana y Haití. Comparten la isla caribeña que su población nativa llamaba Quisqueya o Ayití, isla que Colón rebautizó como La Española en 1492. Antes de la división del territorio en dos naciones diferentes, hubo una población mayoritaria de la etnia indígena taina que ocupaba prácticamente toda la isla y su música, que podríamos decir era la Música de la Isla, se ejecutaba con los instrumentos que describieron los cronistas de Indias como Fray Ramón Pané o hallados a través de investigaciones arqueológicas. De no haberse dado el fenómeno histórico de la Conquista, seguro esta aún sería la Música de la Isla. Es con réplicas de estos instrumentos que se grabó la última pieza de esta producción.
Con el paso de los años y la presencia de esclavizados africanos traídos a la isla, otras músicas y elementos culturales diversos se encuentran hoy en ambos países y es el caso del gagá, expresión ritual que de la cual en esta producción se muestran varios temas grabados por Edis Sánchez y sus invitados de Haití.
Si uno creyera en todo lo que lee actualmente o se lleva de varios de los conflictos en que ambos países se han visto envueltos entre sí, pensaría que los dominicanos y los haitianos nunca se han llevado bien. Lenguas diferentes, culturas y herencias distintas. Los dominicanos hablan español; los haitianos, kreyol o francés. La cultura dominicana es hispana, africana y taína; la cultura haitiana es africana, francesa y taína. Los dominicanos son de religión oficialmente católica con gran presencia de religiosidad popular sincrética; los haitianos practican el vodú y el catolicismo, igualmente, con presencia de sincretismo cultural de religiosidad popular y muchos otros elementos que sin embargo no han impedido acciones, convivencias y entendimiento pacifico, como en el caso de esta grabación y la vida cotidiana de ambos pueblos en la zona de la frontera y barrios populares en ambos lados donde viven dominicanos y haitianos, donde no hay mayores inconvenientes .
Grupos intelectuales y de poder en ambos países manipulan la historia y una realidad diferente a la que haitianos y dominicanos puedan compartir en la frontera, desde sus respectivas naciones y en acciones conjuntas. Aspectos de la cultura, creencias, familias, etc. posibilitaría la paz entre las dos naciones que convivirán por siempre como vecinos, por lo cual el ejemplo de acercamientos como el que se da en algunos temas de esta grabación puede servir de buen ejemplo y replicarse en otras importantes áreas de desarrollo humano.
Muchos músicos saben que esto es posible. Edis Sánchez es uno de esos músicos.
Edis forma parte de una comunidad de varias generaciones de folcloristas y músicos dominicanos que se han dedicado activamente a explorar la base africana de la música dominicana y a reconocer la relación de la cultura dominicana con la haitiana y caribeña. Escuchan y sienten los ritmos comunes que unen a las dos partes de la isla. Cuando digo que se ha dedicado a esta exploración "activamente ", me refiero a que Edis pone en práctica su erudición: viaja por la isla entera para estudiar las tradiciones musicales, las enseña a los jóvenes y las explora creativamente con otros.
La música de este álbum procede principalmente de la tradición dominicana, pero fue elegida especialmente por Edis para mostrar la cultura compartida de su isla. Invitó a colegas haitianos a unirse a él para explorar estos ritmos y experimentar de forma visceral lo cerca que están las dos culturas. El hecho de que este grupo tan diverso fuera capaz de pasar del ensayo a la grabación en cuestión de días demuestra una vez más lo estrechamente unidas que están las músicas tradicionales de la isla.
A ambos lados de la frontera, la gente practica rituales y toca música que mezclan creencias y sonidos africanos, europeos e indígenas. Y como cada una de estas raíces ya estaba mezclada, no tiene mucho sentido plantear cuestiones de "orígenes" o "autenticidad". Los colonos españoles y franceses trajeron consigo una religión de Oriente Medio adaptada a los contextos europeos, mientras que los africanos esclavizados mezclaron los sistemas de creencias de los yorubas, los ewe, los fon, los bantúes y muchos otros pueblos. Ni siquiera los indígenas quisqueyanos eran monoculturales: cuando Colón llegó en 1492 la isla estaba habitada por taínos, ciguayos y macorix, que aparentemente compartían algunas creencias, aunque sus lenguas no eran mutuamente inteligibles. Y a lo largo de los cinco siglos que han transcurrido desde entonces, los ritmos, las danzas, los instrumentos y las creencias han cruzado repetida y continuamente la frontera haitiano-dominicana, así como las aguas entre las islas.
Todo esto no quiere decir que no haya prácticas musicales y de otros ámbitos culturales dominicanas o haitianas distintas. Sin duda las hay. Nadie toca el merengue, la bachata, los palos como los dominicanos, al igual que nadie toca el kompa o los ritmos del petwo como los haitianos. Sin embargo, hay un sustrato común que subyace a todo ello. Este cimiento de la expresión cultural quisqueyana ha estado cubierto durante mucho tiempo, enterrado bajo nuevas capas de historia y, a veces, bajo sangre y huesos. Música de la Isla lo desentierra para que todo el mundo lo vea, o mejor dicho, lo escuche.